jueves, 2 de abril de 2009

Fauna ibérica: Al otro lado del espejo

Si hay algo que me moleste especialmente es la generalización de las cosas. Cuando oigo lo de "esta juventud de hoy en día" me hierve la sangre. Sí, pertenezco al colectivo de jóvenes, pero también al de mileuristas, personas con pelo largo, clientes de Mercadona (que estamos en crisis), usuarios del transporte público y personas inteligentes, modestia aparte. No todas las personas de un mismo colectivo son iguales, por mucho que la gente generalice. Pero no les culpo. Hoy les voy a hablar de un tipo de jóvenes a los que, a pesar de estar en su mismo colectivo, odio. Estoy hablando de los desgraciados/as (viva la igualdad de género) que se hacen fotos en el espejo.

Los habrán visto cientos de veces en fotologs, facebooks y similares. Si son gente con algo en el cerebro, habrán pensado: qué capullo/a. Estas son las maneras de identificarlos:
-Acné.
-Si es chico, condición indispensable ir sin camiseta.
-Si es chica, condición indispensable enseñar pechuga. El tamaño del escote es directamente proporcional a la cantidad de visitas recibidas. Cuanto más cerca de verse esté el pezón, mayor será la popularidad.
-Llevar gafas de sol de marca.
-Cara de quiero parecer lo que no soy y, de hecho, nunca será: interesante.
-Móvil de última generación, ya que se va a ver al otro lado del espejo. Una chica de Wisconsin, S.P., se hizo una foto en el espejo con un teléfono de antepenúltima generación y fue humillada hasta la saciedad. Se suicidó días después colgada del cable de un teléfono fijo.
-Nick que incluya el color de su cabello con diminutivo maño: moreniko, rubika, etc.

Esta gentuza (término que me encanta aplicar) no tiene ninguna motivación en la vida más que leer los comentarios de mamarrachos/as que se matan a pajas viendo fotos más antieróticas que Carmen de Mairena afeitándose las ingles. ¿Estudiar? ¿Para qué? (A veces yo también me lo pregunto). ¿Buscar un empleo? ¿Para qué? Si su gilipollez está subvencionada por unos progenitores que pasan más de la educación de sus hijos que Mercedes Milà del tabaco. ¿Leer? Eso es de maricones y bolleras. ¿Escuchar buena música? Sí, eso sí. Camela y reggeaton hasta la muerte.

Por eso, si ven a alguien con estas características, rómpanle el espejo en la cabeza. Los siete años de mala suerte le habrán valido la pena.

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